Bitácora personal

domingo, 26 de mayo de 2013

#SegoviaDejaHuella


Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Cuando se nos planteó en clase el proyecto “huellas de la ciudad” me pareció la forma perfecta de llevar a cabo una cosa que llevaba mucho tiempo queriendo hacer: Conocer la ciudad del acueducto (casi mi segunda casa) y pararme a pensar en la huella que me ha dejado; y todo lo que yo he dejado atrás.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.


Esa idea de conocer mejor Segovia para hacer un gran trabajo se convirtió en una GRAN (sí, en mayúsculas) experiencia para darme cuenta de que Segovia no solo es la ciudad en la que estudio, una ciudad con sus edificios y sus gentes, si no un sentimiento. Cuanto alguien me nombra Segovia, oigo su nombre en la tele o leo esas 7 letras en un periódico mi corazón da un pequeño vuelco y tan solo me vienen momentos y personas a la cabeza. 

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...


Algunas de esas personas son mis compañeros de este trabajo, a los que conocí el primer día que pisé esta ciudad para quedarme, y los que han estado a mi lado desde ese momento. Mi pequeña gran familia.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.


Sé que no todos van a estar mano con mano durante estos cuatro años pero si el destino quiere, nos volverá a cruzar. Es entonces cuando te pones a pensar... ¿En apenas 9 meses se puede coger tanto cariño a las personas? La respuesta es sí, y Segovia y sus huellas son las culpables.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.













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